4. Ven bajo el dominio del Creador y afronta la muerte con tranquilidad
En el momento en que una persona nace, un alma solitaria comienza su experiencia vital en la tierra, su experiencia de la autoridad del Creador que este ha organizado para ella. No es necesario decir que, para la persona, el alma, esta es una excelente oportunidad para obtener el conocimiento de la soberanía del Creador, de llegar a conocer Su autoridad y experimentarla personalmente. Las personas viven sus vidas bajo las leyes del destino establecidas para ellas por el Creador, y para cualquier persona razonable con una conciencia, aceptar Su soberanía y reconocer Su autoridad durante el curso de sus varias décadas sobre la tierra no es algo difícil de hacer. Por tanto, debería ser muy fácil para cada persona reconocer, a través de sus propias experiencias a lo largo de varias décadas, que todos los destinos humanos están predestinados, y comprender o concretar lo que significa estar vivo. Al mismo tiempo que uno aprovecha estas lecciones vitales, llegará gradualmente a entender de dónde viene la vida, a entender qué necesita realmente el corazón, qué llevará a uno al verdadero camino de la vida, cuáles deberían ser la misión y el objetivo de una vida humana; y uno reconocerá gradualmente que si uno no adora al Creador, si no viene bajo Su dominio, entonces cuando hace frente a la muerte, cuando un alma está a punto de enfrentarse al Creador una vez más, su corazón se llenará de un temor y una intranquilidad ilimitadas. Si una persona ha existido en el mundo durante un puñado de décadas y aún no ha llegado a saber de dónde viene la vida humana, no ha reconocido aún en manos de quién está su destino, entonces no es de extrañar que no sea capaz de afrontar la muerte con calma. Una persona que ha adquirido el conocimiento de la soberanía del Creador tras experimentar varias décadas de vida es una persona con una apreciación correcta del sentido y el valor de la vida; una persona con un conocimiento profundo del propósito de la vida, con una experiencia y entendimiento reales de la soberanía del Creador; e incluso más, una persona capaz de someterse a la autoridad del Creador. Tal persona entiende el sentido de la creación de la humanidad por parte de Dios, entiende que el hombre debería adorar al Creador, que todo lo que el hombre posee viene del Creador y regresará a Él algún día no muy lejano en el futuro; tal persona entiende que el Creador arregla el nacimiento del hombre y tiene soberanía sobre su muerte, y que tanto la vida como la muerte están predestinadas por la autoridad del Creador. Así, cuando uno comprende realmente estas cosas, será capaz de forma natural de afrontar la muerte con tranquilidad, de dejar de lado todas sus posesiones terrenales con calma, de aceptar y someterse alegremente a todo lo que venga, y de dar la bienvenida a la última coyuntura de la vida arreglada por el Creador en lugar de temerla ciegamente y luchar contra ella. Si uno ve la vida como una oportunidad para experimentar la soberanía del Creador y llegar a conocer Su autoridad, si uno ve su vida como una oportunidad excepcional para llevar a cabo sus obligaciones como ser humano creado y cumplir su misión, entonces tendrá necesariamente la perspectiva correcta de la vida, tendrá una vida bendita y guiada por el Creador, andará en la luz del Creador, conocerá Su soberanía, vendrá bajo Su dominio, se volverá un testigo de Sus obras milagrosas y Su autoridad. No hace falta decir que el Creador amará y aceptará necesariamente a tal persona, y sólo una persona así puede tener una actitud calmada frente a la muerte, puede dar la bienvenida alegremente a la coyuntura final de la vida. Es obvio que Job tuvo este tipo de actitud hacia la muerte; estaba en posición de aceptar alegremente la coyuntura final de la vida, y habiendo llevado el viaje de su vida a una conclusión tranquila, habiendo completado su misión en la vida, regresó al lado del Creador.
5. Las búsquedas y los logros de Job en la vida le permiten afrontar la muerte con calma
En las Escrituras se dice acerca de Job: “Entonces Job murió cuando ya era viejo y después de una larga vida” (Job 42:17). Esto significa que cuando Job falleció, no tuvo remordimientos y no sintió dolor, sino que partió de este mundo con naturalidad. Como todo el mundo sabe, Job fue un hombre que temió a Dios y se apartó del mal cuando estaba vivo; Dios elogió sus obras justas, las personas las recordaron, y su vida, más que la de nadie, tuvo valor y sentido. Job disfrutó de las bendiciones de Dios y fue llamado justo por Él sobre la tierra, y también fue probado por Dios y tentado por Satanás; se mantuvo como testigo de Dios y mereció ser calificado como una persona justa. Durante las varias décadas posteriores a haber sido puesto a prueba por Dios, vivió una vida incluso más valiosa, llena de sentido, fundamentada y apacible que antes. Debido a sus obras justas, Dios lo puso a prueba; debido a sus obras justas, Dios se le apareció y le habló directamente. Así, durante los años posteriores tras haber sido puesto a prueba, Job entendió y apreció el valor de la vida de una forma más práctica, alcanzó un entendimiento más profundo de la soberanía del Creador, y obtuvo un conocimiento más preciso e incuestionable de cómo el Creador da y quita Sus bendiciones. El libro de Job registra que Jehová Dios concedió a Job bendiciones incluso mayores que las que le había dado antes, colocándolo en una posición incluso mejor para conocer la soberanía del Creador y afrontar la muerte con calma. Así, cuando envejeció y afrontó la muerte, Job seguramente no habría estado preocupado por sus propiedades. No tenía preocupaciones, no tenía nada de lo que arrepentirse, y por supuesto no temía a la muerte; porque pasó toda su vida andando por el camino del temor de Dios y del apartarse del mal, y no tenía razón para preocuparse por su final. ¿Cuántas personas podrían actuar hoy de la forma en que Job lo hizo cuando afrontó su propia muerte? ¿Por qué no es nadie capaz de mantener esa actitud exterior tan simple? Sólo hay una razón: Job vivió su vida en la búsqueda subjetiva de la fe, el reconocimiento y la sumisión a la soberanía de Dios, y fue con esta fe, este reconocimiento y esta sumisión que él pasó por las coyunturas importantes en la vida, vivió sus últimos años y recibió la coyuntura final de su vida. Independientemente de lo que Job experimentó, sus búsquedas y objetivos en la vida fueron alegres, no dolorosos. Él no sólo estaba feliz por las bendiciones o los elogios concedidos a él por el Creador, sino más importante, por sus búsquedas y objetivos en la vida, por el conocimiento gradual y el entendimiento real de la soberanía del Creador que alcanzó a través del temor de Dios y del apartarse del mal, y además, por las maravillosas obras del Creador que Job experimentó personalmente durante su tiempo sometido a la soberanía del Creador, y las experiencias cariñosas e inolvidables, así como los recuerdos de la coexistencia, familiaridad y entendimiento mutuo entre él y Dios; por el consuelo y la felicidad que vinieron como consecuencia de conocer la voluntad de Dios; por la reverencia que surgió después de ver que Él es grande, maravilloso, adorable y fiel. La razón por la que Job fue capaz de afrontar la muerte sin ningún sufrimiento fue que sabía que, al morir, regresaría al lado del Creador. Y fueron sus búsquedas y logros en la vida lo que le permitieron afrontar la muerte con calma, afrontar la perspectiva del Creador llevándose su vida de vuelta, con un corazón tranquilo y, además, levantarse, impoluto y libre de preocupaciones, delante del Creador. ¿Pueden las personas hoy en día conseguir el tipo de felicidad que Job poseía? ¿Estáis vosotros en una posición para hacerlo? Puesto que las personas hoy en día lo están, ¿por qué son incapaces de vivir felizmente, como Job? ¿Por qué son incapaces de escapar del sufrimiento del temor de la muerte? Cuando afrontan la muerte, algunas personas pierden el control; otras tiemblan, se desmayan, arremeten contra el cielo y los hombres por igual, incluso gimen y lloran. Estas no son en absoluto las reacciones repentinas que tienen lugar cuando la muerte se acerca. Las personas se comportan de estas formas embarazosas principalmente porque, en lo profundo de sus corazones, temen a la muerte, porque no tienen un conocimiento y una apreciación claros de la soberanía de Dios y Sus arreglos, y mucho menos se someten realmente a ellos; como las personas no quieren otra cosa que organizar y gobernarlo todo por sí mismas, controlar sus propios destinos, sus propias vidas y muertes, no es de extrañar, por tanto, que las personas no sean capaces de escapar del miedo a la muerte.
6. Sólo aceptando la soberanía del Creador puede uno regresar a Su lado
Si uno no tiene un conocimiento y una experiencia claros de la soberanía de Dios y de Sus disposiciones, su conocimiento del destino y de la muerte será necesariamente incoherente. Las personas no pueden ver claramente que todo esto descansa en la mano de Dios, no se dan cuenta de que Dios lo controla y tiene soberanía sobre ellas, no reconocen que el hombre no puede desechar o escapar de esa soberanía; y así, cuando afronta la muerte, no hay final para sus últimas palabras, preocupaciones y remordimientos. Están cargados con demasiado bagaje, demasiada reticencia, demasiada confusión, y todo esto causa que teman a la muerte. Para cualquier persona nacida en este mundo, su nacimiento es necesario y su muerte inevitable, y nadie puede sobrepasar esta línea. Si uno desea partir de este mundo sin dolor, si uno quiere ser capaz de afrontar la coyuntura final de la vida sin reticencias ni preocupaciones, la única forma es no dejar remordimientos. Y la única forma de partir sin remordimientos es conocer la soberanía del Creador, Su autoridad, y someterse a ellas. Sólo de esta forma puede uno mantenerse lejos de los conflictos humanos, del mal, de la atadura de Satanás; sólo de esta forma puede uno vivir una vida como la de Job, guiada y bendecida por el Creador, una vida libre y liberada, con valor y sentido, honesta y franca; sólo de esta forma puede uno someterse, como Job, a ser puesto a prueba y privado por el Creador, someterse a las orquestaciones y arreglos del Creador; sólo de esta forma puede uno adorar al Creador toda su vida y ganarse Sus elogios, tal como Job hizo, y oír Su voz, verlo aparecerse; sólo de esta forma puede uno vivir y morir felizmente, como Job, sin dolor, sin preocupación, sin remordimientos; sólo de esta forma puede uno vivir en la luz, como Job, pasar cada una de las coyunturas de la vida en la luz, completar sin problemas su viaje en la luz, completar con éxito su misión —experimentar, aprender y llegar a conocer la soberanía del Creador como un ser creado— y morir en la luz, y permanecer por siempre al lado del Creador como un ser humano creado, elogiado por Él.
No pierdas la oportunidad de conocer la soberanía del Creador
Las seis coyunturas descritas anteriormente son fases cruciales establecidas por el Creador que cada persona normal debe experimentar en su vida. Cada una de estas coyunturas es real; ninguna de ellas puede eludirse, y todas guardan relación con la predestinación del Creador y Su soberanía. Así pues, para un ser humano, cada una de estas coyunturas es un puesto de control importante, y cómo pasar a través de cada uno de ellos sin problemas es una cuestión muy seria que todos vosotros afrontáis ahora.
El puñado de décadas que forman una vida humana no son ni largas ni cortas. Los veintitantos años entre el nacimiento y la mayoría de edad pasan en un abrir y cerrar de ojos y, aunque en este punto de la vida una persona se considera adulta, los individuos en este grupo de edad no saben casi nada sobre la vida y el destino humanos. Conforme adquieren más experiencia, avanzan gradualmente hacia la mediana edad. Las personas de treinta y cuarenta años adquieren una experiencia incipiente de la vida y el destino, pero sus ideas sobre estas cosas siguen siendo muy vagas. No es hasta los cuarenta que algunas personas comienzan a entender a la humanidad y el universo, que estos fueron creados por Dios, a comprender en qué consiste la vida humana, en qué consiste el destino humano. Algunas personas, aunque han sido desde mucho tiempo atrás seguidores de Dios y son ahora de mediana edad, siguen sin poseer un conocimiento y una definición precisos de la soberanía de Dios, mucho menos una verdadera sumisión. Algunas personas no se preocupan por otra cosa que no sea buscar el recibir bendiciones y, aunque hayan vivido muchos años, no saben ni entienden en lo más mínimo la realidad de la soberanía del Creador sobre el destino humano y, por ende, no han entrado ni un poco en la lección práctica de someterse a las orquestaciones y los arreglos de Dios. Tales personas son totalmente insensatas; tales personas viven sus vidas en vano.
Si una vida humana se divide de acuerdo con el grado de experiencia de uno y su conocimiento del destino humano, quedará desglosada más o menos en tres fases. La primera es la juventud, los años entre el nacimiento y la mediana edad, o desde el nacimiento hasta los treinta. La segunda es la maduración, desde la mediana edad hasta la vejez, o de los treinta hasta los sesenta. Y la tercera fase es el período de la madurez, desde la vejez, que comienza a los sesenta, hasta que uno parte del mundo. En otras palabras, desde el nacimiento hasta la mediana edad, la mayor parte del conocimiento del destino y la vida por parte de la mayoría de las personas se limita a repetir las ideas de otros; casi no tiene un contenido real, práctico. Durante este período, la perspectiva de uno sobre la vida y cómo se abre camino en el mundo son aspectos muy superficiales e ingenuos. Este es el período juvenil de uno, sólo después de haber probado todas las alegrías y tristezas de la vida obtiene uno un entendimiento real del destino, llega uno a apreciar subconscientemente, en lo profundo de su corazón, gradualmente lo irreversible del destino, y a darse cuenta lentamente de que la soberanía del Creador sobre el destino humano existe realmente. Este es el período de maduración de la persona. Cuando uno ha dejado de luchar contra el destino, y cuando ya no está dispuesto a ser atraído hacia los conflictos, sino que conoce su suerte, se somete a la voluntad del cielo, evalúa sus propios logros y errores en la vida y está esperando el juicio de su vida por parte del Creador, este es el período maduro. Considerando los diferentes tipos de experiencias y ganancias que una persona obtiene durante estos tres períodos, en circunstancias normales la ventana de oportunidad para conocer la soberanía del Creador no es muy grande. Si uno alcanza los sesenta, tiene sólo treinta años o así para conocer la soberanía de Dios; si uno quiere un período más grande de tiempo, eso sólo es posible si su vida es lo suficientemente larga, si es capaz de vivir un siglo. Digo entonces que, de acuerdo a las leyes normales de la existencia humana, aunque es un proceso muy largo desde que uno encuentra por primera vez el tema de conocer la soberanía del Creador hasta que es capaz de reconocer la realidad de Su soberanía, y desde entonces hasta el punto en que es capaz de someterse a ella, si uno cuenta realmente los años, no hay más de treinta o cuarenta durante los cuales tiene la oportunidad de obtener estas recompensas. Y, a menudo, las personas se dejan llevar por sus deseos y sus ambiciones por recibir bendiciones; no pueden discernir dónde reside la esencia de la vida humana, no comprenden la importancia de conocer la soberanía del Creador y, por tanto, no aprecian esta valiosa oportunidad de entrar en el mundo humano para experimentar la vida humana, la soberanía del Creador, y no se dan cuenta de lo inestimable que es para un ser creado recibir la dirección personal del Creador. Así pues, digo que esas personas que quieren que la obra de Dios acabe rápidamente, que desean que Dios organice el final del hombre tan pronto como sea posible, de forma que puedan observar inmediatamente Su persona real y ser pronto bendecidas, son culpables del peor tipo de desobediencia e insensatas en extremo. Y aquellos que desean, durante su tiempo limitado, aprovechar esta oportunidad única de conocer la soberanía del Creador, son las personas sabias, las brillantes. Estos dos deseos diferentes exponen dos perspectivas y búsquedas inmensamente diferentes: aquellos que buscan bendiciones son egoístas y viles; no muestran consideración por la voluntad de Dios, nunca buscan conocer Su soberanía, nunca quieren someterse a ella, simplemente quieren vivir como les place. Son degenerados despreocupados; son la categoría que será destruida. Aquellos que buscan conocer a Dios son capaces de dejar de lado sus deseos, están dispuestos a someterse a la soberanía y los arreglos de Dios; intentan ser la clase de personas sumisas a la autoridad de Dios y satisfacer el deseo de Dios. Tales personas viven en la luz, en medio de las bendiciones de Dios; serán elogiados sin duda por Dios. Sea como sea, la decisión humana es inútil, los humanos no tienen nada que decir sobre cuánto durará la obra de Dios. Es mejor para las personas entregarse a merced de Dios, someterse a Su soberanía. Si no te entregas a Su merced, ¿qué puedes hacer? ¿Sufrirá Dios una pérdida? Si no te entregas a Su merced, si intentas estar a cargo, estás tomando una decisión insensata y eres el único que sufrirá una pérdida al final. Sólo si las personas cooperan con Dios lo más pronto posible, sólo si se dan prisa en aceptar Sus orquestaciones, conocer Su autoridad, y reconocen todo lo que Él ha hecho por ellas, tendrán esperanza, no vivirán sus vidas en vano, alcanzarán la salvación.
Las palabras de Dios del vídeo son del libro “La Palabra manifestada en carne”.
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