Tras las huellas del Cordero

 

Por Li Zhong, China

 

Ya que el hombre cree en Dios, debe seguir muy de cerca las pisadas de Dios, paso a paso, debe ‘seguir al Cordero dondequiera que vaya’. Sólo estas son las personas que buscan el camino verdadero, sólo ellas son las que conocen la obra del Espíritu Santo. Las personas que de un modo servil siguen las letras y las doctrinas son las que la obra del Espíritu Santo ha eliminado. En cada periodo de tiempo, Dios comenzará una nueva obra, y en cada periodo habrá un nuevo comienzo entre los hombres. Si el hombre sólo acata las verdades de que ‘Jehová es Dios’ y ‘Jesús es Cristo’, que son verdades que sólo se aplican a una era, entonces el hombre nunca mantendrá el paso con la obra del Espíritu Santo y nunca podrá obtener la obra del Espíritu Santo. Independientemente de qué haga Dios, el hombre lo sigue sin la más mínima duda, y lo sigue de cerca” (“Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”). Las palabras de Dios evidencian lo crucial que es seguir de cerca Sus huellas e ir al compás de la obra del Espíritu Santo. No entendía este aspecto de la verdad, sino que simplemente me aferraba a mis nociones y fantasías porque creía que, mientras fuera fiel al nombre y al camino del Señor Jesús, me ascendería al cielo cuando viniera. Por eso no buscaba ni investigaba la obra del juicio de Dios Todopoderoso de los últimos días. Estuve muy cerca de perder mi oportunidad de recibir al Señor.

 

Un día de agosto de 2012, estaba echado en la cama, relajándome después de cenar, mientras mi esposa estaba sentada al otro lado escuchando música. Oía una música pegadiza que venía de sus auriculares. Le pregunté por curiosidad: “¿Qué escuchas?”. Sonriendo, me dijo: “Himnos de la Iglesia de Dios Todopoderoso”. Me incorporé y le pregunté a voz en grito: “¿Crees en Dios Todopoderoso? ¿Eso no es traicionar al Señor Jesús?”. Me respondió inmediatamente con firmeza: “¡No hables de lo que no sabes! El Señor Jesús ha regresado. Ha concluido la Era de la Gracia e iniciado la Era del Reino, y está realizando una nueva obra. Dios Todopoderoso es el regreso del Señor Jesús, así que mi fe en Él no traiciona al Señor Jesús; va al compás de las huellas del Cordero. Tal como dice la Biblia, ‘Estos son los que siguen al Cordero adondequiera que va’ (Apocalipsis 14:4). Piensa una cosa: Cuando el Señor Jesús apareció para obrar, muchos abandonaron el templo para aceptar Su obra. ¿Dirías que traicionaron a Jehová Dios? No solo no traicionaron a Jehová Dios, sino que fueron al compás de las huellas de Dios y el Señor los honró con Su salvación. De hecho, fueron los sumos sacerdotes, los escribas y los fariseos, que se aferraron a las leyes de las Escrituras, se opusieron y condenaron al Señor Jesús pero todavía se creían devotos de Jehová Dios, quienes acabaron siendo maldecidos y castigados por Dios. ¿En serio no eres consciente de ello?”. Entonces no supe cómo refutar lo que había dicho, así que solo respondí, enfadado: “El Señor nos ha honrado enormemente. Tenemos que permanecer fieles a Su nombre y Su camino en toda circunstancia. ¡No podemos mostrar semejante ingratitud!”. Acto seguido, me marché enojado y con gesto adusto. Con el fin de parar a mi esposa, le conté lo sucedido a nuestra hija, que se puso de mi parte. Cuando mi mujer fue a una reunión ese día, nuestra hija fue a armar escándalo y a impedir la reunión. Cuando me enteré después del trabajo, le dije: “Bien hecho lo de hoy, sigue así. Vigila a tu madre mientras estoy en el trabajo. Tenemos que encontrar el modo de que vuelva a seguir al Señor Jesús”. Sin embargo, días después se acabaron las vacaciones de verano de nuestra hija, por lo que volvió a la escuela. Temiéndome que mi esposa fuera a más reuniones, engatusé a nuestro hijo de 10 años con una pequeña propina para que la vigilara y comprobara que no iba a reuniones cuando él llegaba a casa después de la escuela. Todos los días, cuando salía de trabajar, me informaba de dónde había ido mi mujer. Empecé a relajarme un poco al saber que aquellos días solo había ido a trabajar. No obstante, lo que me sorprendía mucho era que ya no iba a jugar al mahjong por las tardes. En vez de eso, había limpiado la casa y hasta había terminado de trabajar en el campo. Estaba perplejo. Siempre jugaba al mahjong y descuidaba el hogar, y yo no podía convencerla de que lo dejara. Incluso oraba y se confesaba ante el Señor, pero no cambiaba. ¿Por qué, de pronto, había cambiado? No sabía qué estaba pasando.

 

Una vez me desperté repentinamente en plena noche y vi un rayito de luz sobre la cortina. Estaba confundido porque no sabía de dónde venía. Al fijarme mejor, vi que salía de debajo de la manta de mi esposa. Me pareció muy extraño, y me pregunté: “¿Qué demonios está haciendo?”. Me bajé de la cama con cuidado y sin hacer ruido, me fui de puntillas al otro lado y miré por debajo de las sábanas. Estaba leyendo un libro con una linterna. Pensé: “¿No renunció a su fe en Dios Todopoderoso? Creía que ya no estaba leyendo ese libro. ¿Qué hay en él, de todas formas, para que desee esconderse bajo las sábanas a leerlo? Y por más que me oponga, ¿por qué está decidida a continuar creyendo?”. No le encontraba sentido. Recordé que no había podido hacer nada cuando le encantaba tanto jugar al mahjong que descuidaba el hogar. “¿A qué se debe este cambio repentino?”, me pregunté. “¿La ha cambiado ese libro?”. Traté de comprenderlo, y pensé: “Tengo que averiguar qué contiene exactamente”. Un día, cuando mi mujer salió después de desayunar, me vino de nuevo a la mente ese libro. Revolví cada armario y cada cajón, absolutamente todo, pero no encontré nada. De pronto caí en la cuenta de que tal vez lo escondía entre la ropa. En efecto, así fue como lo encontré. Al sacarlo vi un libro gordo de tapa dura: La Palabra manifestada en carne. Lo abrí e inmediatamente me atrajo el título de un capítulo. “Dios preside el destino de toda la humanidad”. Lo leí ipso facto de principio a fin y un pasaje me conmovió muy profundamente: “Insto a las personas de todas las naciones, países, e incluso industrias a escuchar la voz de Dios, contemplar Su obra, prestar atención al destino de la humanidad, haciendo así a Dios, el más santo, el más honorable, el más alto y el único objeto de adoración entre la humanidad, y permitiendo así a toda la humanidad vivir bajo la bendición de Dios, así como los descendientes de Abraham vivieron bajo la promesa de Jehová, y como Adán y Eva, creados originalmente por Dios, vivieron en el jardín del Edén. La obra de Dios es como las olas que crecen con fuerza. Nadie puede detenerlo, y nadie puede parar Sus pasos. Sólo aquellos que escuchan Sus palabras con atención, y que lo buscan y tienen sed de Él, pueden seguir Sus huellas y recibir Su promesa. Aquellos que no, sufrirán un desastre abrumador y un castigo merecido”. Pensé: “Estas palabras tienen gran autoridad y poder. ¡Ningún ser humano podría haberlas pronunciado! ¿Son las palabras del Espíritu Santo? Mi esposa decía que Dios Todopoderoso es el regreso del Señor Jesús, que tener fe en Él es ir al compás de las huellas del Cordero. Si es cierto, interponerme así en su camino sería oponerme a Dios. ¿Eso no me equipararía a los fariseos de hace dos mil años? Los fariseos se atenían a la ley y no aceptaban la obra del Señor Jesús. Se oponían a Él y lo condenaban frenéticamente, y al final estuvieron implicados en Su crucifixión y Dios los maldijo”. Me pregunté: “Si Dios Todopoderoso es el auténtico regreso del Señor Jesús, ¿no estaría yo cometiendo ese mismo pecado terrible de oposición a la nueva obra de Dios? ¡Las consecuencias serían inimaginables!”. Entonces recordé que el libro decía: “Sólo aquellos que escuchan Sus palabras con atención, y que lo buscan y tienen sed de Él, pueden seguir Sus huellas y recibir Su promesa”. Pensé: “No puedo seguir juzgando y condenando a ciegas la obra de Dios Todopoderoso. Debo leer detenidamente este libro e investigarlo en serio”.

 

A partir de aquel día leía La Palabra manifestada en carne cada vez que mi esposa salía de casa. En una ocasión me dijo que ese día tenía que trabajar más horas, así que terminé de trabajar dos horas antes y me fui corriendo a casa en bici para tener más tiempo de leer el libro. En él encontré esto: “Todo Mi plan de gestión, el plan de gestión de seis mil años, consta de tres etapas o tres eras: la Era de la Ley del principio, la Era de la Gracia (que también es la Era de la Redención) y la Era del Reino de los últimos días. Mi obra en estas tres eras difiere en contenido según la naturaleza de cada era, pero en cada etapa se ajusta a las necesidades del hombre o, para ser más preciso, se hace de acuerdo con los engaños que Satanás emplea en la guerra que libro contra él. El propósito de Mi obra consiste en derrotar a Satanás, hacer manifiesta Mi sabiduría y omnipotencia, exponer todos los engaños de Satanás y así salvar a toda la raza humana, que vive bajo su campo de acción”. “La obra realizada en el presente ha empujado hacia adelante la obra de la Era de la Gracia; esto es, la obra en todo el plan de gestión de seis mil años se ha movido hacia adelante. Aunque la Era de la Gracia ha terminado, la obra de Dios ha progresado. ¿Por qué digo una y otra vez que esta etapa de la obra se construye sobre la Era de la Gracia y la Era de la Ley? Esto significa que la obra de hoy en día es una continuación de la obra realizada en la Era de la Gracia y ha sido una elevación de la obra realizada en la Era de la Ley. Las tres etapas están estrechamente interconectadas y cada una se vincula de manera conjunta con la siguiente. ¿Por qué digo también que esta etapa de la obra se construye sobre la realizada por Jesús? Si esta etapa no se construyese sobre la obra realizada por Jesús, tendría que ocurrir otra crucifixión en esta etapa, y la obra de redención realizada previamente tendría que repetirse. Esto no tendría sentido. Por tanto, no es que la obra haya terminado totalmente, sino que la era se ha movido hacia adelante y la obra se ha vuelto más elevada que antes. Podría decirse que esta etapa de la obra se edifica sobre el fundamento de la Era de la Ley y la roca de la obra de Jesús. La obra se edifica etapa a etapa, y esta etapa no es un nuevo comienzo. Sólo la combinación de las tres etapas de la obra puede considerarse el plan de gestión de seis mil años” (“La Palabra manifestada en carne”). Esta lectura me hizo preguntarme si tal vez, en efecto, mi esposa tenía razón: ¿Estaba realizando Dios Todopoderoso Su obra basándose en la obra de redención del Señor Jesús? ¿Había continuado realmente la obra de la Era de la Gracia? El libro me producía curiosidad y anhelo. Aprovechaba cada ocasión que tenía para leerlo a escondidas.

 

Un día leí un pasaje que me gustaría leer ahora. “Tú sólo sabes que Jesús descenderá durante los últimos días, pero ¿cómo lo hará exactamente? Un pecador como alguno de vosotros, que acaba de ser redimido y que no ha sido cambiado o perfeccionado por Dios, ¿puedes ser conforme al corazón de Dios? Para ti, que aún eres del viejo ser, es cierto que Jesús te salvó y que no perteneces al pecado gracias a la salvación de Dios, pero esto no demuestra que no seas pecador ni impuro. ¿Cómo puedes ser santo si no has sido cambiado? En tu interior, estás cercado por la impureza, egoísta y miserable, pero sigues deseando descender con Jesús; ¡tendrías que tener tanta suerte! Te has saltado un paso en tu creencia en Dios: simplemente has sido redimido, pero no has sido cambiado. Para que seas conforme al corazón de Dios, Él debe realizar personalmente la obra de cambiarte y purificarte; si sólo eres redimido, serás incapaz de alcanzar la santidad. De esta forma no serás apto para participar en las buenas bendiciones de Dios, porque te has saltado un paso en la obra de Dios de gestionar al hombre, que es el paso clave del cambio y el perfeccionamiento. Y así, tú, un pecador que acaba de ser redimido, no puedes heredar directamente la herencia de Dios” (“La Palabra manifestada en carne”). Me pareció muy práctico. Pensé en cómo, a lo largo de mis años de fe, siempre me confesaba y luego volvía a pecar. No podía evitar mentir y engañar. En realidad no había escapado de las ataduras del pecado. No podía tener la seguridad de que así entraría en el reino de los cielos. Pensé: “¿Y si verdaderamente es como se afirma aquí? ¿Y si aún me falta un paso en mi fe y no me basta únicamente con aceptar la redención del Señor Jesús?”. Cuanto más lo pensaba, más creía que el libro sí contenía realmente la verdad y que ningún hombre habría podido decir esas cosas. Me preguntaba si de verdad era posible que viniera de Dios y fuera Su voz. Esa idea me sirvió de auténtico acicate. Seguí leyendo, devorando ávidamente el libro.

 

Más adelante, mi mujer notó que ya no me oponía tanto a su fe en Dios Todopoderoso. Dejó de leer el libro a mis espaldas y a veces incluso leía fragmentos en alto para que yo los oyera. Un día, cuando llegué a casa de trabajar, estaba leyendo las palabras de Dios y, al verme entrar, me dijo, contenta: “Li Zhong, ven a leer las palabras de Dios Todopoderoso. La Palabra manifestada en carne son las declaraciones de Dios en los últimos días. Revela todos los misterios y verdades que antes no entendíamos en nuestra fe. ¿Te leo unos pasajes?”. Pensé: “Llevo un tiempo leyendo las palabras de Dios Todopoderoso; igual hasta las he leído tanto como tú”. Como no me opuse, agarró el libro y comenzó a leer. “Aunque Jesús hizo mucha obra entre los hombres, sólo completó la redención de toda la humanidad, se convirtió en la ofrenda por el pecado del hombre, pero no lo libró de su carácter corrupto. Salvar al hombre totalmente de la influencia de Satanás no sólo requirió a Jesús cargar con los pecados del hombre como la ofrenda por el pecado, sino también que Dios realizara una obra mayor para librar completamente al hombre de su carácter, que ha sido corrompido por Satanás. Y así, después de que los pecados del hombre fueron perdonados, Dios volvió a la carne para guiar al hombre a la nueva era, y comenzó la obra de castigo y juicio, que llevó al hombre a una esfera más elevada. Todos los que se someten bajo Su dominio disfrutarán una verdad más elevada y recibirán mayores bendiciones. Vivirán realmente en la luz, y obtendrán la verdad, el camino y la vida”. “Por medio de esta obra de juicio y castigo, el hombre llegará a conocer plenamente la esencia inmunda y corrupta de su interior, y podrá cambiar completamente y ser purificado. Sólo de esta forma puede ser el hombre digno de regresar delante del trono de Dios. Toda la obra realizada este día es con el fin de que el hombre pueda ser purificado y cambiado; por medio del juicio y el castigo por la palabra, así como del refinamiento, el hombre puede desechar su corrupción y ser hecho puro. En lugar de considerar que esta etapa de la obra es la de la salvación, sería más apropiado decir que es la obra de purificación”. “Desde la obra de Jehová a la de Jesús, y desde la de Jesús a la de la etapa actual, las tres etapas cubren la totalidad de la amplitud de la gestión de Dios, y todas ellas son la obra de un mismo Espíritu. Desde que creó el mundo, Dios siempre ha estado obrando para gestionar a la humanidad. Él es el principio y el fin, el primero y el último, y Aquel que inicia una era y quien lleva la era a su fin. Las tres etapas de la obra, en diferentes eras y distintos lugares, han sido llevadas a cabo con seguridad por un solo Espíritu. Todos los que separan estas tres fases se oponen a Dios. Ahora, debes entender que toda la obra desde la primera etapa hasta hoy es la obra de un Dios, un Espíritu, y de esto no cabe la menor duda” (“La Palabra manifestada en carne”). Cuando mi esposa terminó de leer, le pedí que me lo explicara detalladamente. Algo sorprendida, compartió conmigo lo siguiente: “Siempre has dicho que mi fe en Dios Todopoderoso traiciona al Señor Jesús. En realidad, Jehová, el Señor Jesús y Dios Todopoderoso son el mismo Dios. Dios realiza obras distintas en eras distintas. En la Era de la Ley, Jehová Dios dictó la ley y los mandamientos para guiar la vida terrenal de la humanidad primitiva. De ese modo, la gente supo qué era el pecado y cómo debía adorar a Dios. Sin embargo, al final de la Era de la Ley ya nadie era capaz de observar la ley. Cada vez pecaban más y todos corrían el riesgo de ser condenados y ajusticiados en virtud de la ley. En la Era de la Gracia, Dios se hizo carne personalmente para salvar a la humanidad. Realizó la obra de redención. Expresó Su carácter de misericordia y amor, con lo que colmó de gracia a la humanidad. Acabó crucificado para expiar los pecados de la humanidad. Cuando pequemos, solo tenemos que presentarnos ante el Señor, confesar y arrepentirnos para que nos absuelva. No obstante, el Señor Jesús solamente nos redimió de nuestros pecados. Nuestra naturaleza pecaminosa permanece irresuelta. Aún no podemos evitar mentir y pecar constantemente. Somos arrogantes, egoístas, astutos y codiciosos y nos encanta presumir. Incluso algunos creyentes que se entregan, se sacrifican y sufren un poco lo hacen por las bendiciones del reino de los cielos. Es una transacción. Ante grandes tribulaciones y pruebas, o una adversidad real, culpamos al Señor o hasta lo negamos y traicionamos. Cuando la obra de Dios no se ajusta a nuestras nociones, lo juzgamos arbitrariamente, lo condenamos y nos oponemos a Él. Dios es santo; entonces, nosotros, que constantemente pecamos y nos oponemos a Él, ¿cómo podríamos ser aptos para entrar en el reino de los cielos? Por eso prometió el Señor Jesús que regresaría para realizar la obra del juicio en los últimos días. Dios Todopoderoso ha venido en los últimos días y expresa verdades con las que realiza la obra del juicio, que comienza por la casa de Dios sobre la base de la obra de redención del Señor Jesús. Ha venido a purificar nuestro carácter corrupto, a corregir por completo nuestra naturaleza pecaminosa. Así puede librarnos del pecado y salvarnos plenamente. Esto cumple las profecías del Señor Jesús: ‘Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad’ (Juan 16:12-13). ‘El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, esa lo juzgará en el día final’ (Juan 12:48). Aunque Dios realice distintas obras en distintas eras y con distintos nombres, todo es obra de un solo Dios. Cada una de las tres etapas de Su obra, la Era de la Ley, la Era de la Gracia y la Era del Reino, es más elevada y profunda que la anterior. Cada etapa de Su obra se basa en la anterior y está estrechamente vinculada a la siguiente. Estas tres etapas juntas son lo único que puede salvar definitivamente a la humanidad. Por eso mi aceptación de la obra de Dios Todopoderoso no supone en absoluto una traición al Señor Jesús, sino seguir las huellas de la obra de Dios y recibir al Señor”.

 

Cuando terminó de hablar miramos un video de una lectura de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Una vez se me conoció como Jehová. También se me llamó el Mesías, y las personas me llamaron una vez Jesús el Salvador con amor y respeto. Pero hoy no soy el Jehová o el Jesús que las personas conocieron en tiempos pasados; Yo soy el Dios que ha regresado en los últimos días, el que pondrá fin a la era. Soy el Dios mismo que surge de los confines de la tierra, repleto de todo Mi carácter y lleno de autoridad, honor y gloria. Las personas nunca se han relacionado conmigo, nunca me han conocido y siempre han sido ignorantes de Mi carácter. Desde la creación del mundo hasta hoy, ni una sola persona me ha visto. Este es el Dios que aparece al hombre durante los últimos días, pero que está oculto en medio de los hombres. Él mora entre los hombres, verdadero y real, como el sol ardiente y la llama de fuego, lleno de poder y rebosante de autoridad. No hay una sola persona o cosa que no será juzgada por Mis palabras y ni una sola persona o cosa que no será purificada por el fuego ardiente. Finalmente, todas las naciones serán bendecidas debido a Mis palabras y también serán hechas pedazos debido a ellas. De esta forma, todas las personas durante los últimos días verán que Yo soy el Salvador que ha regresado, que Yo soy el Dios Todopoderoso que conquista a toda la humanidad, y que una vez fui la ofrenda por el pecado para el hombre, pero en los últimos días también me convierto en las llamas del sol que queman todas las cosas, así como el Sol de justicia que revela todas las cosas. Tal es Mi obra de los últimos días. Tomé este nombre y soy poseedor de este carácter para que todas las personas puedan ver que Yo soy un Dios justo, Yo soy el sol abrasador y la llama de fuego. Es para que todos puedan adorarme, el único Dios verdadero, y para que puedan ver Mi verdadero rostro: no soy sólo el Dios de los israelitas ni soy sólo el Redentor, soy el Dios de todas las criaturas en todos los cielos, la tierra y los mares” (“La Palabra manifestada en carne”). Se me iluminó el corazón cuando vi esto. Entendí que Jehová, el Señor Jesús y Dios Todopoderoso son un solo Dios que ha realizado distintas obras en distintas eras. La obra de Jehová Dios en la Era de la Ley fue dictar la ley, la obra del Señor Jesús en la Era de la Gracia fue redimir a toda la humanidad y, ahora, la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días es expresar la verdad y llevar a cabo el juicio y la purificación del hombre. Estas tres etapas de trabajo constituyen la obra de Dios para salvar a la humanidad a lo largo de las distintas eras según las necesidades de la humanidad. Dentro de mí tuve la certeza de que Dios Todopoderoso es el regreso del Señor Jesús y de que seguir a Dios Todopoderoso es ir al compás de las huellas del Cordero. Muy emocionado, le dije a mi esposa: “Tu fe en Dios Todopoderoso no supone traicionar al Señor Jesús, sino ir al compás de la nueva obra de Dios! La verdad, llevo un tiempo leyendo las palabras de Dios Todopoderoso”.

 

Un tanto sorprendida, replicó: “¿Desde cuándo? ¡No lo sabía!”. No le respondí directamente, sino que agaché la cabeza un poco avergonzado y comenté en voz baja: “Cuando empezaste a creer en Dios Todopoderoso, no solo me interpuse en tu camino, sino que también mandé a nuestros hijos que lo hicieran y te vigilaran. ¡Cuánto lo lamento ahora! Con ello me opuse y contrarié a Dios. Sin embargo, Dios se apiadó de mí y me guio para que leyera Sus palabras. Ahora tengo la certeza de que Dios Todopoderoso es el Señor Jesús cuyo regreso hemos aguardado, ¡el único Dios verdadero! Quiero aceptar oficialmente a Dios Todopoderoso”. Esa noche me desbordaba la emoción. Me presenté ante Dios en oración invocando el nombre de Dios Todopoderoso: “Gracias, Dios mío, por elegirme y permitirme seguir Tus huellas y asistir al banquete del Cordero!”.

 

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