las palabras de Dios nos alimentan y riegan cada día; ante los problemas, buscamos Su voluntad de acuerdo con Sus palabras. Si manifestamos corrupción o nos ponemos a discutir, ambos nos presentamos ante Dios y hacemos introspección para conocernos a nosotros mismos. Cuando ponemos esto en práctica, nos comprendemos y perdonamos más el uno al otro.