Desde que llegó al poder, el Partido Comunista de China ha reprimido y perseguido continuamente el cristianismo y el catolicismo, con el fin de erradicar por completo todas las creencias religiosas e implantar el ateísmo en territorio chino. Especialmente desde que Xi Jinping se convirtiera en presidente, los ataques del PCCh a la fe han alcanzado cotas máximas y hasta la Iglesia de las Tres Autonomías, autorizada oficialmente, está siendo erradicada y se están derribando cruces.