Sólo las personas silenciosas delante de Dios prestan atención a la vida, a hablar en comunión en espíritu, tienen sed de las palabras de Dios y persiguen la verdad. Todas aquellas que no prestan atención a permanecer calladas delante de Dios, y que no lo practican, son personas vanas completamente codiciadas al mundo, sin vida; aunque afirmen creer en Dios, sólo lo hacen de labios para afuera.